lunes, 31 de mayo de 2010

Predicar y dar trigo

Artigo de opinión publicado en La Gaceta

Alguien tenía que decirlo. Y lo ha hecho el primer partido de la oposición, demostrando capacidad de reflejos en lo político y coherencia en lo económico. ¿Que hay que recortar? Pues que la tijera del Gobierno empiece por los propias formaciones políticas y, en concreto, por los gastos electorales. En ese sentido, se equivocaba el eurocomisario Almunia en su crítica al PP por rechazar el plan antidéficit. No es verdad que Rajoy sea veleta. Nada es más razonable que exija al Gobierno que antes que tocar las pensiones, elimine varios ministerios, recorte la financiación a sindicatos, partidos políticos y organizaciones empresariales y revise todas las subvenciones.
El PP ha anunciado que presentará una propuesta en el Congreso para reducir los gastos electorales de los partidos “a la mínima expresión”. Todos decían de boquilla que era preciso poner coto a la onerosa espiral: los partidos invirtieron 67'7 millones de euros en los comicios generales de 2008, 16'6 más que en 2004. Pero nadie se atrevía a dar el paso. Coger el toro de los gastos electorales por los cuernos implicaba pegarse un tiro en el pie. De ahí, la ejemplaridad del PP, dispuesto a empezar la cirugía por él mismo. Aunque la medida no sólo será bien vista por la ciudadanía, sino que no debería escandalizar al resto de las formaciones: ya que los grupos parlamentarios acaban de aprobar una resolución en la Comisión Mixta para el Tribunal de Cuentas acordando poner límites al gasto electoral.
La propuesta del PP resulta especialmente pertinente por tres tipos de razones. En primer lugar, las más perentorias: las económicas. En el actual contexto de austeridad, el espectáculo de derroche que la parafernalia electoral ofrece a una ciudadanía que está en paro o no puede pagar la hipoteca resulta obsceno. Casi 68 millones de euros darían para mucho y más en una economía deprimida y obligada a hacerse agujeros en el cinturón como la nuestra. En segundo lugar, razones prácticas: “No hace falta arruinarse con propaganda porque todo el mundo sabe quiénes somos los partidos que nos presentamos”, argumentó Rajoy. No siempre una campaña cara garantiza un éxito en las urnas.
Tenemos el ejemplo histórico de la operación Roca (el Partido Reformista Democrático) que fracasó en las elecciones generales de 1986, hasta el punto de disolverse, después de un espectacular despliegue mediático y económico. O, a otro nivel, el de los propios PP y PSOE, que no reparan en gastos en propaganda, sin que eso se haya traducido siempre en victorias aplastantes. En los últimos comicios, los partidos tuvieron que pedir préstamos a entidades financieras por valor de 44'6 millones de euros.
Pero en la España de 2010 hay un tercer tipo de razones: las técnicas. Las nuevas tecnologías proporcionan soportes mucho más baratos y, a la larga más eficaces, para que los partidos trasladen sus mensajes al electorado. En la era de Internet y las redes sociales, no tiene sentido recurrir casi exclusivamente a inversiones millonarias en publicidad a través de soportes tradicionales.
Una lección de austeridad del PP para el Gobierno, atrapado en sus propias contradicciones sociales. Otra cosa es que la iniciativa prospere, pero la pelota está en el tejado de los socialistas, que siguen sin apretarse el cinturón de las subvenciones o del maná que reparten a sus correas sindicales, mientras millones de españoles ven evaporarse sus pensiones o se quedan en la calle.

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