Editorial de el Mundo. Disponible en http://www.elmundo.es/elmundo/2009/04/15/opinion/2629854.html
ZAPATERO compareció ayer ante los suyos para ofrecer la receta más peculiar que se haya escuchado nunca para luchar contra la crisis y el desempleo: el Ejecutivo enviará este año al Congreso las leyes del Aborto y de Libertad Religiosa. Semejante dislate, pese a su incongruencia, tiene una sencilla explicación. Por un lado, el presidente del Gobierno no tiene más remedio que anunciar que su prioridad, al menos en teoría, es resolver el problema evidente que acucia a la gran mayoría de los españoles.Pero, por otro, y a la hora de concretar, entiende que su verdadera urgencia está en amarrar los siete votos de ERC, IU y BNG en el Congreso, y de ahí el caramelo en forma de unas leyes que los grupos de izquierda se vean incapaces de rechazar. Sin olvidar que el Partido Socialista entiende que, de cara a las elecciones europeas del 7-J, será más fácil movilizar a su electorado fiel con esas medidas de izquierda que polarizan que con propuestas para estimular la economía; o que pescará más votos entre los suyos prometiendo la prolongación del subsidio del paro que encarando en serio una reforma del mercado laboral.
Estamos por tanto, como en la pasada legislatura, ante un Gobierno guiado por un espíritu de confrontación y dispuesto a sacar a la palestra los asuntos que más dividen a los españoles para servir así a sus intereses de partido. El problema es que en esta ocasión, el mundo entero, y con más razón España, están sumidos en una crisis económica que no se va a resolver a base de vaguedades como la «esperanza», la «aceleración de la acción del Gobierno» o las «estrategias integrales» sin concreción alguna...Y mucho menos con la ampliación del aborto o la extensión de la laicidad.
Bien al contrario, estas últimas iniciativas lo que provocan es un enfrentamiento con el principal partido de la oposición y van en contra del espíritu de acuerdo que debería imperar en tiempos de crisis. En vez de trabajar por alcanzar un consenso semejante al que llevó a la firma de los Pactos de la Moncloa de 1977, el Gobierno de Zapatero se ha enrocado en su estrategia de dividir escorándose cada vez más a la izquierda.
Es una lástima teniendo en cuenta que el jefe de la oposición, Mariano Rajoy, está dando muestras del talante contrario. Frente a la escueta relación de iniciativas sociales del Ejecutivo, el líder del PP ofreció anteayer una extensa y omnicomprensiva lista de propuestas que, éstas sí, están dirigidas a sacar a España de la crisis económica, y que van desde un plan de austeridad de la Administración, a las grandes reformas fiscales, del sistema financiero, del mercado laboral, de la educación o la Justicia.Puede que no haya muchas novedades en el catálogo expuesto por Rajoy, pero no es la permanente innovación lo que hay que buscar en el programa de un partido, sino la coherencia de las propuestas y su realismo.
Salta a la vista que mientras el énfasis de Zapatero está en engordar el déficit del Estado a través de los subsidios, el PP opta por aumentar la productividad, bajar los impuestos y estimular la actividad económica. Ahora bien, tomando nota del sectarismo gubernamental, Rajoy hizo ayer un llamamiento a los suyos para que abandonen las «posiciones inflexibles» a fin de lograr la máxima adhesión de otros partidos a sus iniciativas económicas. Es el mundo al revés, aquél en el que la oposición es la que propone iniciativas con la intención de que apelen a la gran mayoría mientras el Ejecutivo se dedica a echarse al monte de sus sectores más radicales
Estamos por tanto, como en la pasada legislatura, ante un Gobierno guiado por un espíritu de confrontación y dispuesto a sacar a la palestra los asuntos que más dividen a los españoles para servir así a sus intereses de partido. El problema es que en esta ocasión, el mundo entero, y con más razón España, están sumidos en una crisis económica que no se va a resolver a base de vaguedades como la «esperanza», la «aceleración de la acción del Gobierno» o las «estrategias integrales» sin concreción alguna...Y mucho menos con la ampliación del aborto o la extensión de la laicidad.
Bien al contrario, estas últimas iniciativas lo que provocan es un enfrentamiento con el principal partido de la oposición y van en contra del espíritu de acuerdo que debería imperar en tiempos de crisis. En vez de trabajar por alcanzar un consenso semejante al que llevó a la firma de los Pactos de la Moncloa de 1977, el Gobierno de Zapatero se ha enrocado en su estrategia de dividir escorándose cada vez más a la izquierda.
Es una lástima teniendo en cuenta que el jefe de la oposición, Mariano Rajoy, está dando muestras del talante contrario. Frente a la escueta relación de iniciativas sociales del Ejecutivo, el líder del PP ofreció anteayer una extensa y omnicomprensiva lista de propuestas que, éstas sí, están dirigidas a sacar a España de la crisis económica, y que van desde un plan de austeridad de la Administración, a las grandes reformas fiscales, del sistema financiero, del mercado laboral, de la educación o la Justicia.Puede que no haya muchas novedades en el catálogo expuesto por Rajoy, pero no es la permanente innovación lo que hay que buscar en el programa de un partido, sino la coherencia de las propuestas y su realismo.
Salta a la vista que mientras el énfasis de Zapatero está en engordar el déficit del Estado a través de los subsidios, el PP opta por aumentar la productividad, bajar los impuestos y estimular la actividad económica. Ahora bien, tomando nota del sectarismo gubernamental, Rajoy hizo ayer un llamamiento a los suyos para que abandonen las «posiciones inflexibles» a fin de lograr la máxima adhesión de otros partidos a sus iniciativas económicas. Es el mundo al revés, aquél en el que la oposición es la que propone iniciativas con la intención de que apelen a la gran mayoría mientras el Ejecutivo se dedica a echarse al monte de sus sectores más radicales
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